Hoy me di permiso para morir un poco
perder la fuerza y llorarte un rato,
dejé la dureza colgada en el perchero,
dejé al despecho vivir del todo.
Corrí las cortinas y estuve a oscuras
asiendo a mi pecho un amor muy solo.
Le reclamé al tiempo no haberme curado,
me permití odiarte, llamarte inhumano.
Le dí de baja a mis sentimientos;
pasearon libres frente a mis ojos,
lloré imparable de frente al viento...
Pero las lágrimas no se secaron...
La tristeza y el amor tampoco.
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